jueves, 1 de noviembre de 2012

Prólogo

Sus labios son suaves, dulces. Al separarnos, sigo notando su calor. Él sonríe, me abraza de la cintura, acercándome a él. Mientras juntamos nuestros labios en un segundo beso, la imagen de Dani aparece en mi cabeza. "No", pienso. "No. Él ya no está aquí." Me dejo llevar por Álex, cogiéndole la carra con una mano mientras con la otra le acaricio el pelo. Él sumerge una de sus manos en mi larga cabellera, acariciándome la espalda con la punta de los dedos de su otra mano. "Me encantan sus labios", pienso. Sonrío. Álex sigue besándome apasionadamente, y yo le sigo el juego. Le muerdo el labio, con lo que él responde con un murmullo de placer. Finalmente, nos separamos, y nos quedamos abrazados, mirando la puesta de sol; compartiendo nuestro calor en esta fría tarde de octubre. Me acaricia el pelo suavemente.
-Me encanta cómo tu pelo refleja la luz del sol - me susurra. Yo sonrío, y pienso en cómo odiaba antes mi melena. Al lado de Álex, todo se vuelve más bello. Él es la belleza en persona. Tiene el pelo castaño claro, muy muy claro, corto, con un poco de cresta, siguiendo la última moda. Cejas finas, orejas redondeadas, labios carnosos, de esos que te entran ganas de besarlos una y otra vez, ahora algo rojizos a causa de mis besos. Pero su rasgo más hermoso son sus ojos. Azules como el color del cielo, con manchas verde oliva, te pierdes en sus profundidades. Es alto, delgado y atlético. Le gusta cuidarse, aunque sabe cuándo tiene que parar. A su lado, yo, con mi 1,65 de altura, ojos color avellana, y pelo castaño, ahora más claro por los rayos del sol, parezco más bonita. Aunque él siempre me dice que a sus ojos yo soy la más guapa. Yo me río, le abrazo, y nos besamos. Aunque nunca me ha dicho qué es lo que le enamoró de mí. Porque sé que miles de chicas, mil veces más guapas que yo, desearían estar en mi lugar.